Decía Albert Einstein: "Yo soy un ferviente seguidor del Vegetarianismo por principio. Más que nada por razones morales y estéticas, yo creo firmemente que un orden de vida vegetariana ya simplemente por los efectos físicos influirá sobre el temperamento del hombre de una manera tal que mejorará en mucho el destino de la humanidad".
En contraste a esto, Lester Brown, una autoridad mundial en alimentación, dice que el promedio europeo o americano llega a cuatro mil kilos anuales, debido a que primero alimenta en casi un 90% a los animales cuya carne va a ser utilizada para el consumo. Los consumidores de carne europeos o norteamericanos, según Brown, utilizan un promedio de cinco veces más recursos alimenticios que los peruanos, colombianos, hindúes o nigerianos. Hechos como estos han llevado a los expertos en alimentación, a reconocer que el problema del hambre en el mundo es artificial. Los consumidores de carne, vegetarianos y veganos deben ser conscientes de que la aceptación o el rechazo de cualquier alimento es determinado más por nuestra ideología o identidad omnívora, vegetariana o vegana que por sus propiedades, ya que, por lo general, las personas consumen alimentos, que admiten fácilmente y que son malos para su salud.
El mayor obstáculo para cambiar de dieta proviene de miedos irracionales a perder la identidad de depredador sin remordimientos. Dependiendo de quienes somos, o pensamos que somos, la misma comida que los vegetarianos y veganos pueden rechazar como asquerosa puede ser considerada como una manjar para el consumidor de carne. Aunque el rechazo o aceptación de la comida animal, en última instancia, siempre depende de consideraciones éticas, tradicionalmente, lo hemos considerado como algo puramente físico sin mucha consideración a sus aspectos mentales y espirituales. Sin embargo, ya que los alimentos que comemos constituyen la substancia de lo que somos, de igual manera deben determinar la naturaleza de nuestros sentimientos y comportamiento y por lo tanto juegan un rol importante en la formación de nuestras actitudes, pensamientos, aspiraciones, deseos y la naturaleza misma de nuestra identidad.
Si la comida fuera considerara meramente como combustible nutricional para nuestros cuerpos, probablemente tenderíamos a escoger, sólo, los ingredientes más puros y saludables, pero los productos que consumimos están inexplicablemente unidos a nuestra personalidad y nuestras creencias.
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